El hecho

Se trata de un episodio que tuvo lugar en la basílica inferior San Pío X de Lourdes, el 7 de noviembre de 1999, durante una misa solemne concelebrada por unos 120 obispos franceses, reunidos en Conferencia Episcopal con otros obispos visitantes, por unos 650 jóvenes sacerdotes y por todos los abades y priores de los monasterios trapenses del mundo.

Las imágenes de la Concelebración Eucarística fueron transmitidas en directo por la televisión francesa «Antenne 2».  Durante la misa tuvo lugar un acontecimiento insólito en el altar, delante de los tres obispos, que estaban colocados allí: en el centro estaba el entonces arzobispo de Lyon (desde 1998) y presidente de la Conferencia Episcopal Francesa (desde noviembre de 1996 hasta noviembre de 2001), Mons. Louis-Marie Billé, que fue creado cardenal en 2001 y falleció el 12 de marzo de 2002. A su derecha (a la izquierda en las fotos) está el entonces arzobispo de París, el cardenal Jean-Marie Lustiger, y a su izquierda (a la derecha en las fotos) el entonces arzobispo de Burdeos, el cardenal Pierre Eyt, fallecido el 11 de junio de 2001.

El arzobispo Billé tiene ante sí en el altar para «consagrar» dos grandes Hostias «doradas» de unos 20-24 cm de diámetro, utilizadas frecuentemente en Francia en ocasiones solemnes, en las concelebraciones eucarísticas. En el ofertorio, las dos Hostias se elevan y aparecen en la película apoyadas una contra otra, perfectamente adheridas a la patena y entre sí, formando un solo cuerpo, tanto que uno no se da cuenta de que son dos y no una sola. De hecho, se colocan en la patena y se adhieren a ella perfectamente. En la película, pues, hay varias tomas de ellos en esa posición y no hay dudas de que las dos Hostias están colocadas físicamente una encima de la otra y adheridas a la patena.

En el momento de la Epíclesis, es decir, cuando los sacerdotes extienden sus manos sobre el pan y el vino invocando al Espíritu Santo, se produce el inusual fenómeno. Se ve claramente que la hostia superior comienza a desprenderse de la de abajo y se eleva. Un misterioso y delicado empuje de fuerza invade la hostia de forma impresionante y la eleva con un movimiento rápido y suave a la vez, haciéndola oscilar tres, cuatro veces en el aire, para luego colocarla horizontalmente y dejarla delicadamente suspendida a unos dos centímetros de la de abajo. Así, las obleas permanecen paralelas y separadas hasta el final del «canon».

La grabación televisiva destaca varios momentos de la ceremonia, durante los cuales el celebrante se mueve, se desplaza, y así es posible ver, a través de las dos hostias, una levantada en el aire y la otra adherida a la patena, el color de los ornamentos que lleva el celebrante, las manos, el blanco del sobrepelliz y la pared del fondo. En el centro de las hostias siempre es visible una luz particular, a veces intensa, parece casi un «soplo» de energía que sostiene suavemente a la superior y hace que se unan. Además, cuando el obispo levanta la hostia superior al pronunciar las palabras del Señor Jesús «tomad y comed, esto es mi Cuerpo ofrecido por vosotros», se nota una luminosidad particular que emana de ella y se irradia alrededor, haciendo que las manos del celebrante sean también luminosas. Cuando la eleva hacia arriba, parece preceder el movimiento de las manos del sacerdote y casi arrastrarlas hacia arriba con él.

La película con estas imágenes es bastante larga y rica en primeros planos, ofreciendo así la posibilidad de adquirir, con razonable certeza, que no se trata en absoluto de una ilusión óptica o de un engaño de perspectiva.

Los expertos en la materia, tras un examen minucioso de la película, han excluido absolutamente una manipulación técnica de las imágenes. La señal luminosa es única y está tan bien integrada en el desarrollo de la ceremonia que excluye la posibilidad de trucos y engaños ópticos. Y no sólo eso, sino que los mismos espectadores cercanos al fenómeno se sienten desconcertados y perplejos, por no decir que se extrañan y se resisten a admitir lo que está ocurriendo bajo sus ojos y pueden tocar con sus manos. Incluso parecen molestos por lo que está ocurriendo; no esperaban en absoluto un hecho tan embarazoso que, además, les impone una decisión problemática al respecto.

Realmente ocurrió en esa ocasión y en esa fecha.

Varias personas, en distintos lugares de Francia, han grabado la ceremonia al mismo tiempo que la transmisión en directo, y todavía están en posesión de ellas. Además, la entidad católica que posee los derechos de esta emisión y conserva los originales, ha enviado el propio casete PAL: allí también están bien presentes las escenas de la levitación, pero sin que ellos lo sepan, ya que tenían órdenes de no emitir esos fotogramas (como se puede ver en la correspondencia de la página). La objeción de que el fenómeno ha sido recopilado o producido en un laboratorio desaparece.

El episodio particular fue fijado por la cámara, un espectador objetivo y desinteresado.

En el contexto de la celebración litúrgica y de la realidad cristiana que proclama «el Misterio de la Fe» en cada Eucaristía, este «signo» tiene su propio valor y explicación.

Quien no conozca el dato de la fe y quiera consultar e informarse sobre lo que el Magisterio cree y propone sobre la Eucaristía, puede leer el capítulo del Catecismo de la Iglesia Católica o pedir explicaciones a personas cualificadas y autorizadas.

Todo fenómeno visible y verificable, especialmente uno como el que se relata en el sitio, debe ser examinado con método científico, y a ser posible con una mente libre de prejuicios.  Es deseable que alguien opte por darse cuenta de cómo sucedieron los hechos o qué explicación tiene su existencia real, tratando de mantener la adhesión a la realidad. En casos similares, como ya ha ocurrido sobre este mismo fenómeno, es difícil mantener la concreción de la observación, como un verdadero investigador desapasionado, y unirla a la honestidad y apertura para aceptar los hechos que no se pueden negar, formulando no obstante, hipótesis de explicación plausibles y sólidas.

Muchas veces la comprensión de la realidad nos supera y necesitamos que otros o un Otro, el «Constructor», nos explique la obra y nos revele su plan.